La última entrada de este blog, “Relato de un amor frustrado” de Miguel A. del Val (https://www.ateb.es/index.php/blog/item/397-relato-de-un-amor-frustrado), me dejó reflexionando sobre nuestro papel como colectivo respecto al impulso de las técnicas en frío. Siento que muchos de los que estamos en esta industria sufrimos por frustración, como comentaba el autor “al menos nos la produce a quienes pensamos en cómo algunas de las mejores técnicas son, en la práctica, continuamente desdeñadas”.
Según el budismo, el sufrimiento es un estado de malestar que se experimenta por tener los pensamientos y las emociones desalineadas con la realidad. El espacio físico, temporal y mental donde se desenvuelve el sufrimiento es el conocido samsara, un proceso monotono y repetitivo del ciclo de nacer, vivir, morir y renacer. La frustración se origina de desear lo que no se tiene y el dolor de poseer lo que no desea, por ende, producto de una falsa percepción. Estos prejuicios hacen que se confirmen las acciones incorrectas en un círculo vicioso: una y otra vez caemos en los mismos problemas pues respondemos de igual manera a situaciones similares.
¿Cómo se relaciona la rueda del karma con los pavimentos?
Se podría plantear una analogía entre este ciclo repetitivo del samsara con la vida del pavimento: se construye, se usa, se deteriora y se vuelve a reconstruir. Nuestro mayor sufrimiento recae en la lucha frente a diversos actores que mediante argumentos – muchas veces insólitos – desestiman, rechazan y postergan la aplicación de las técnicas más eficaces para extender de manera económica este ciclo de vida.
Volviendo a la filosofía budista, las causas principales de nuestro sufrimiento están determinadas por la codicia, el odio y la ignorancia, que en menor o mayor medida explica porqué se han dejado de usar técnicas en frío. Los tratamientos superficiales son odiados por algunos colectivos, que desde su perspectiva, representan una fuente de competencia. Estos sectores abusan de una posición dominante y por codicia implementan sus soluciones que son más costosas y desalineadas a la realidad que necesita. Todos esos recursos son patrimonio de la sociedad y debería representar un deber ético destinarlo a los lugares que más lo justifiquen. Por otro lado, se desechan las técnicas en frío por ignorancia, pues creen que la única opción de contar con un camino negro, liso y silencioso es mediante la aplicación de mezcla asfáltica, pero desconocen que se puede conseguir una superficie prácticamente idéntica mediante un microaglomerado en frío, a una fracción del coste.
La ignorancia lastimosamente se extiende en áreas fundamentales para el desarrollo de las técnicas en frío. Los pliegos de licitación ignoran ciertas soluciones técnicas y se justifican con la falta de especificaciones. La ausencia de innovación, de curiosidad y de análisis económicos completos a largo plazo hacen creer que son técnicas destinadas a la extinción, cuando en realidad países como Australia y Nueva Zelanda, han cultivado un conocimiento magistral en el dominio de los riegos con gravilla, al punto de contar con un 96% de su red vial construida con esta tecnología.
Es cierto que hemos perdido batallas y terreno, pero no la guerra. El creciente costo de los materiales derivados del petróleo, las restricciones crecientes de las canteras y las limitaciones presupuestarias ponen cada vez más presión económica y medioambiental sobre las mezclas asfálticas. Adicionalmente, las generaciones futuras exigirán sostenibilidad, transparencia y sentido ético en todo ámbito. La tecnología ayudará a clarificar muchos procesos que hoy pueden estar influidos por la política y el clientelismo, aunque no podemos dejar que los contaminen. En el futuro trabajaremos sobre gemelos digitales, plataformas que contarán con un modelo tridimensional de nuestras infraestructuras, monitoreadas de forma inteligente mediante múltiples sensores y con una evaluación económica actualizada del ciclo completo del pavimento, permitiendo una gestión muchísimo más eficiente de nuestro patrimonio vial.
Ahora, todas estas previsiones pueden tardar en hacerse realidad y seguramente tengan sus matices. De todas maneras, llegado ese punto, será fundamental contar con técnicas de pavimentación con emulsión para la conservación y mantenimiento de los caminos.
La visión budista de la vida habla de girar en una enorme rueda de desdicha, repitiendo patrones que nos producen sufrimiento. Pero al mismo tiempo la vida, esta vida, es una gran oportunidad para despertar; una posibilidad de revivir todo ese conocimiento sobre los riegos con gravilla, las mezclas en frío, los reciclados, los micro aglomerados, las lechadas, etc. brindando herramientas de ingeniería al diseño, ejecución y control de calidad. Necesitamos revivir el oficio de cientos de profesionales que dedicaron su vida a estas tecnologías con el sueño de que fuesen continuamente mejoradas, aprendiendo de sus errores y aciertos. Precisamos replantear la estrategia de gestión vial para que todas estas técnicas tengan un rol preponderante en el futuro*.
Pero para avivar las técnicas en frío, primero debemos despertarnos. Es que el problema que hemos tenido no ha sido el de justificar las bondades de las tecnologías en frío. Ese aspecto ha sido abundantemente documentado y demostrado, si bien quizá nos faltaría usar la tecnología para concentrar todo ese conocimiento de habla hispana. Nuestro principal desafío es conectar de manera muy profunda con las Administraciones, y comunicar de forma efectiva que la clave para sacar el mayor provecho de los recursos de los contribuyentes está en aplicar el tratamiento correcto, sobre el camino correcto, en el momento correcto.
Es que la vida es demasiado corta como para lamentarnos. Depende de nosotros cuestionar lo establecido, tomar el camino correcto y rectificar el rumbo si éste se desvía. Nunca es demasiado tarde para volver a empezar.
* Para ello recomiendo estudiar en detalle la estrategia neo zelandesa comentada en el manual Tratamientos Superficiales de Alto Desempeño y replicar en especial los contratos por desempeño, recogidos en la especificación NZTA P/17.